martes, 12 de febrero de 2008

Monos con pistola

Paradojico resulta el hecho de que precisamente personajes iletrados, de miras cortas y criterio sin fundamento, tengan en su mano la oportunidad de decidir cómo debe ser la Educación de las nuevas generaciones de este país. Esta maravillosa coyuntura no pasa desapercibida por los políticos, quienes parecen querer perpetuar su reputada falta de capacitación entre los impasibles jóvenes que han tenido la desgracia de nacer en una España bajo su mandato.

Engalanados con necedades, ataviados con sofismas y blandiendo falsas promesas de mejoras equivocadas, nuestros juglares de postín recorren estos días las pasarelas políticas de todo el país para ilusionarnos con palabras huecas. Estas palabras buscan cabezas también huecas, preferiblemente de juicio maleable. ¿Tal vez, los políticos crean que pueden embelesar más fácilmente a individuos ignorantes que a individuos cultivados? ¿O acaso esos idiotas de ahí arriba simplemente ignoran las consecuencias del ejercicio de su idiotez? Las causas se disciernen confusas y polémicas, pero las consecuencias se avecinan inexorablemente como la resaca que antecede a un maremoto.

Subidos a sus ramas, esos monos armados con pistolas, juegan a hacer y deshacer leyes de Educación sin ton ni son. A los profesionales de la enseñanza, a los padres comprometidos y a cualquiera que conozca la realidad en las aulas, sólo nos queda esperar que alguno de estos analfabetos incapaces atinen, en su caótica gestión, a remendar por puro azar parte de alguno de sus propios destrozos anteriores.


En este juego de popularidad que dan en llamar 'elecciones', los dos partidos mayoritarios, que hace años empezaron dando palos de ciego para reformar la Educación, han terminado por transformar el preceptivo marco legislativo en un cuadrilátero de bóxeo donde cada facción punga por boicotear las medidas adoptadas anteriormente por su rival, olvidando ambos por completo la trascendencia generacional que sus reyertas personales tendrán sobre la historia de este país. Cegados por intereses ajenos a los de sus ciudadanos, se prestan a hacer uso indebido (aunque lícito) del poder legislativo, y demoler lo que les venga en gana, saltándose a la torera las enmiendas propuestas por el profesorado, interpretando a su conveniencia los malos resultados de los escolares, malgastando los impuestos de los españoles en empezar la casa por el tejado y dificultando la labor docente con estériles labores administrativas, planificaciones imposibles, nuevos conceptos pedagógicos repetitivos y cambiando alegremente unas asignaturas por otras porque a algún eunuco mental con menos luces que un triciclo, y sin documentarse previamente, entendió que era lo mejor, desde un despacho bien alejado de las aulas.